Autor: Daniel Lourenzo Mirón

 

Coincide esta primera colaboración que me brinda Ferrol360 y que usaremos a modo de presentación de una serie de artículos sobre la protección civil, en un contexto bien oportuno para la reflexión sobre el tema. Y es que la terrible ola de incendios forestales que viene de asolar buena parte de nuestra geografía, coincide con el aniversario de aquella catástrofe ecológica que, en la altura de 2002, hace ahora quince años, asoló nuestras costas tras el hundimiento del Prestige.

 

Bien es cierto que los incendios forestales y los sucesos de contaminación marítima derivados del intenso tráfico marítimo frente nuestras costas son habituales y, lo peor de todo, periódicos. Parecemos acostumbrados a la repetición de ese ciclo de indignación y olvidos que acompañan a estos sucesos, siempre acompañados de diferentes promesas de medios, recursos y endurecimiento normativo que las diferentes administraciones ponen en marcha en función de la magnitud de la catástrofe.

 

Nada más lejos de nuestra intención que sumarnos desde esta tribuna que nos prestan para la ocasión, a esta lógica perversa de aplacar la indignación que suscitan estos sucesos. Justo todo el contrario, intentamos modestamente sumarnos a las voces que se han levantado para aportar soluciones reales y duraderas, a aportar nuevos recursos que nos preparen para enfrentar de la mejor manera posible catástrofes similares.

 

Sin entrar en los elementos que desencadenan este tipo de emergencia, característicos de esta sociedad de riesgo en la que vivimos y de los que se ocupan campos del conocimiento ajenos al nuestro, pero que evidentemente son necesarios, consideramos urgente aportar soluciones desde la protección civil. Y más concretamente desde la previsión, prevención y planificación que deben caracterizar a este servicio público y que tan alejada parece de la lógica de los encargados de gestionarla.

 

Arrancábamos este artículo hablando de catástrofes que resultan arquetípicas para abordar el tema que nos ocupa. El hundimiento del Prestige, provocó la introducción de nuevos deberes en el ámbito de la prevención y de la planificación que aún hoy, después de 15 años, continúan sin generalizarse e implantarse correctamente, provocando que cualquier activación de los planes se caracterice, las más de las veces, por la improvisación y la descoordinación.

 

Improvisación y descoordinación que hace unas semanas se pusieron en evidencia en la ola de fuegos forestales que sufrimos. Son estos, junto con una correcta difusión de principios de autoprotección entre la población, que tanto se echó en falta en el caso de los incendios forestales, los que precisamente debemos aportar desde la prevención y seguridad en el ámbito de la protección civil.

 

Sirva este primer artículo para introducir próximos abordajes a este apasionante y amplísimo ámbito de la prevención de emergencias que desde nuestra modesta experiencia profesional de quien escribe, pretedemos aproximar.